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Dejando su huella tanto en tu piel como en tu memoria.
Inolvidable, inconfundible: es el beso sutil de la lujuria.
Arrancándote la lucidez y la cordura de un mordisco,
anclándose en tus recuerdos más prohibidos,
tales son los colmillos del deseo.
Es una noche, fue una noche, quizás sea una noche…
como si la temporalidad importase,
como pudiendo recordar algo que no fueran los sentidos
deseando abrazar la locura.
Gracias a Dios la lujuria es un pecado,
pues pecar es todo un placer;
y pecado tras pecado, recuerda el pecador su pasado...
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