Una mirada puede decir demasiado...

Se traduce en un verdadero momento de intimidad entre dos desconocidos, o entre dos conocidos pero hoy ajenos.

Y es al mismo tiempo una advertencia de peligro, aunque el cuerpo percibe la alarma desobedece... la realidad tan palpable a veces, queda reducida a la nada, lo correcto se hace a un lado dando espacio a lo prohibido, me olvido de quien vive conmigo, él hasta de sus hijos...

El diablo se hace presente en cada mirada, se excita y hace su danza maldita, el instinto animal con la carga de su egoísmo se apodera de cada acto que antes era reprimido.



La mirada del vampiro me domina... me desnuda... me toma de las muñecas...
me condena a sus caprichos, se apodera de mis reflejos, sin palabras, sin contacto, nada más que una mirada se necesita en este momento.

Esos ojos de pasión obscura, la llama encendida tras esa mirada, enciende el fuego en mi inconciencia, lo alienta con violencia, y hace de mí una débil presa.

Como una lanza la sed atraviesa mi alma y a la lujuria no puedo ni quiero evitarla. El deseo ataca, no puedo pensar, no me da tregua.... no puedo escapar del peligro aunque lo vea...

Él puede acabarme, puede destruirme en cualquier momento, he perdido el control de mi propio infierno, estoy bajo su hechizo, totalmente en poder del cazador...

Su mirada me consume, sólo yo sé de la fiera oculta, yo dejé que esto suceda, soy cómplice y culpable... su veneno ya fue mío, tuve el placer de poseerlo, pero el tiempo y las heridas parecen no haber hecho efecto, sigo enferma y él lo sabe.

Vuelve y contamina, juega a la mentira, entre amantes y desvalidos, entre esposas y maridos, siempre imponiendo su mirada, provoca el encuentro, me repira a cada momento, un saludo, un llamado... un beso con los ojos cerrados...